En nuestras conversaciones cotidianas es muy común hablar
de nuestros logros personales. Sin embargo en estos diálogos también es muy
normal no hacer alusión a la causa suprema de todas nuestras bendiciones
(Dios). Hablamos más de nuestras competencias para hacer tales o cuales cosas que del dador de esas
competencias.
Esta actitud es parecida a la del rey Ezequías ante los
enviados del rey de Babilonia, el cual comenzó a alardear de todas sus riquezas
y armas de guerras. La biblia dice que no hubo nada en su palacio ni en todo su
reino que Ezequías no les mostrara a estos hombres (Isaías 39:2). Pero Ezequías
soslayó lo más importante, hablar del Dios que lo había bendecido. Inclusive
librado de la muerte y de sus enemigos.
Asimismo actuamos cuando nos gloriamos más de nuestro
éxito personal que de depender de Dios. Cuando nos gloriamos más de nuestras calificaciones escolares, eficiencia
laboral y éxito familiar que de servir y conocer a Dios.
Todo lo hemos recibido de su mano
Si en algo debemos gloriarnos en la vida no es nuestra
riqueza, fuerza y sabiduría, sino en conocer y entender a Dios (Jeremías 9:24).
Pablo estimó todo su éxito personal como pérdida por la excelencia del
conocimiento de Cristo Jesús. Conocer a Dios es la vida eterna.
Es imperativo no olvidar que todo lo que poseemos, de la mano de Dios lo hemos recibido (1Crinicas 29:14). Nuestra vida, familia, salud,
capacidades, etc. son dones de Dios. La biblia declara en la carta de Santiago
que “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de
las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación (Stg.1:17). Dios
es la fuente de donde fluyen todas nuestras bendiciones.
El Apóstol Pablo dice” Porque ¿quién te distingue? ¿Qué
tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo
hubieras recibido? (1Corintios 4:7). Por la gracia de Dios somos lo que somos. O
como dijera alguien “todo es por gracia de principio a fin”.
Así que, en este nuevo año demos a conocer más la gloria
de Dios que a nuestros logros. Y como expreso el salmista “Alaben al Señor,
invoquen su nombre; den a conocer entre los pueblos sus obras; proclamen la
grandeza de su nombre”. (Isaías 12.4). Pues exhibir nuestras bendiciones no es
tan importante como exhibir la gloria de aquel que nos concedió esas
bendiciones (Dios).