El 27 de Febrero fue posible, gracias a que fue una conquista
esencialmente del pueblo. Recordemos que el 1 de diciembre de 1821, José Núñez
de Cáceres proclamó la independencia del pueblo dominicano, pero al poco tiempo
de ser proclamada fracasó, debido a que no contó con el apoyo generalizado.
Pues como dijera el profesor Juan Boch “esta
no fue la obra del pueblo, sino de un grupo de oportunistas que actuaron para
defender sus intereses y posiciones.
Pero a diferencia de la Independencia Efímera, el 27 de Febrero sí fue la obra del pueblo. Esta gesta
no fue la expresión de un sector minoritario de la sociedad, sino la
manifestación abrumadora del pueblo dominicano. Los trinitarios aglutinaron el
apoyo general de todos los sectores sociales del país. La Iglesia, hateros,
burócratas, campesinos, negros y mulatos mancomunaron esfuerzos para lograr la
independencia.
Este gran interés colectivo en torno a la proclamación de
la independencia, queda demostrado en el último párrafo del Manifiesto del 16
de Enero cuando se declara que: De Neyba
a Samaná y de Azua a Montecristi las opiniones son unánimes y no hay un solo
dominicano que no grite con entusiasmo: Separación, Dios, Patria y Libertad.
Más adelante relataría José María Serra que la noche del 27 de febrero “todo el pueblo se había aglomerado al alrededor de ellos, como en el día, no de una gran revolución, sino de un gran festín nacional… además, testigo de la noche de la libertad aseguran que, el día posterior al 27 de Febrero, personas de diferentes localidades cercana a la capital se dirigieron jubilosamente a Santo Domingo a apoyar la causa independentista.
De manera que, estas Ideas libertarías promovidas por
Duarte se impregnaron en el imaginario colectivo del pueblo dominicano, de tal
manera que se logró una unidad nacional nunca antes vista en la historia de
nuestro país hasta ese momento.
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